El lago Columbine es un oasis de color azul cielo con un cráter desolado ubicado en la parte más meridional de las montañas Rocosas, a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar.
“Parece un paisaje extraterrestre. Tienes la sensación de estar en Marte o en la Luna”, dice Payson McElveen. “Ni siquiera parece real”.
Llegar hasta el lago Columbine requiere un gran esfuerzo. McElveen es dos veces campeón nacional de maratón mountain bike de EE. UU., y está entrenado mejor que nadie para el ciclismo montaña intenso, pero hasta a él le resulta complicado superar algunos tramos de sendero de 13,5 kilómetros. Generalmente, la ruta la hacen senderistas experimentados que, con mucha paciencia, consiguen atravesar el terreno accidentado, las escarpadas pendientes y la elevada altitud más fácilmente a pie que sobre dos ruedas.
“Giras a la izquierda y asciendes directamente por este valle glacial erosionado, y tienes una pendiente de entre el 20% y el 25% durante 1 kilómetro o kilómetro y medio”, dice McElveen. “No es posible hacerlo con una bicicleta convencional. Quizás a nivel del mar, alguien con una preparación física fuera de serie y con el terreno en perfecto estado”.
Sin embargo, una despejada tarde del pasado mes de octubre, él consiguió llegar a lo más alto de la montaña. No solo tuvo un buen día, sino que además iba subido a una E-Caliber, una bicicleta eléctrica de montaña que le abrió un mundo de posibilidades.
McElveen ha probado muchas bicicletas eléctricas, pero las sensaciones con la E-Caliber fueron totalmente diferentes. La asistencia respondía casi en el momento en que apretaba los pedales.
“Un par de veces tuve que poner el pie en el suelo porque es realmente complicado”, dice. “Y a pesar de estar en una pendiente del 20%, puedes volver a pedalear de nuevo. Muchas bicicletas eléctricas son como monster trucks, pero la capacidad que ofrecen va en detrimento de la manejabilidad. Esta bicicleta es tan ligera y ofrece tal capacidad de respuesta que tienes la sensación de estar rodando con una bicicleta convencional si no fuera porque con ella vas a velocidad de vértigo en todo momento”.
Incluso durante la temporada, McElveen aprovecha la potencia adicional que ofrece la E-Caliber. Los días de descanso activo no tiene que limitarse a rodar por senderos fáciles o a salir con la bicicleta de carretera. Ahora tiene la posibilidad de hacerse la ruta, por ejemplo, del lago Columbine, y satisfacer su necesidad espiritual y emocional de aventura, incluso cuando sabe que su cuerpo tiene que tomárselo con calma.
La E-Caliber también permite a los amigos y la familia ir al ritmo de ciclistas más rápidos como McElveen. El ciclismo es un medio poderoso para crear experiencias compartidas, pero a veces, cuando hay grandes diferencias en las capacidades físicas puede ser un impedimento. McElveen dice que “ser ciclista profesional puede ser una bendición y una maldición”, ya que incluso los aficionados al ciclismo más rápidos pueden sentirse intimidados a la hora de montar con él o con cualquiera cuya vida gire en torno al entrenamiento deportivo.
“En una ruta de cuatro horas, podemos ascender 3.000 metros y recorrer entre 70 y 80 kilómetros”, dice McElveen, “y poder hacer eso en compañía y que las experiencias sean similares, sería increíble. Casi hasta me emociono pensando en la posibilidad de regalarle algo así a mi padre por Navidad”.
Con la E-Caliber, prácticamente no hay nada imposible para nadie. Y ese es el mejor regalo de esta bicicleta, ya que no es solo para los ciclistas preparados físicamente que pueden embarcarse en este tipo de aventuras, sino también para aquellos que tienen espíritu aventurero.
“A veces tengo la oportunidad de probar nuevos productos y pienso, “me encanta que esto exista porque va a hacer feliz a mucha gente””, explica McElveen. “Esta vez, lo que pensé fue, esto va a hacer feliz a mucha gente y, sin duda, tengo que tener una”.
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